ORÍGENES
Los pueblos originarios, Comechingones y Sanavirones, señalaron cuáles eran los valles más fértiles, los sitios ceremoniales, los miradores, las medicinas y los servicios que el monte y la fauna nativa nos brindan. Nombraron a cada río, a cada cerro, dejaron su legado de morteros, cerámicas y también la huella de su ADN.
Luego llegó el Español con su idioma, sus creencias, sus costumbres. Los Jesuitas, con toda su influencia, sus artes y su maestría. Una gran colisión de culturas, que generó historia, mitos, leyendas. Poblaron las sierras aprovechando las bondades del clima y de sus ríos para la producción de alimentos.
Los Friulanos desparramaron sus viñedos, mirando de reojo las sierras adonde los presidentes venían a descansar, adonde los enfermos de tuberculosis venían a curarse con el aire sanador de la región.
Vinieron desde todo el mundo y quedaron prendados del verde, la paz y la intimidad del silencio serrano, solo interrumpido por el canto de los pájaros, el murmullo de sus arroyos, convertidos en intempestivos ríos de montaña en épocas estivales.
Mas acá en el tiempo, los paisajes otoñales de las sierras, con tantos colores plausibles, hicieron estallar la paleta del pintor y llevaron a Spilimbergo a decir: «después de Paris, Unquillo». Los paisajes de José Malanca, el misticismo de Guido Buffo, el romanticismo de Augusto Ferrari. La torre de Pedro Buscá, coterráneo de Bialet Massé quien junto a su socio Cassaffousth construyeron el primer dique de Latinoamérica. Eugenio Rivolta, Quirino Cristiani, Carlos Alonso, Álvaro Izurieta llenando sus atriles de dibujos y pinturas.
Vení a experimentar el encuentro con Sierras Chicas, vení a sentir porque tantos eligieron quedarse a vivir y rendirle homenaje a través de sus obras.
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Nota orígenes
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